Sucedió a las 3:42 p.m. El mundo descendió hacia una
oscuridad súbita y absoluta.
Resultó en caos. En nuestra oficina pequeña del décimo piso,
nos reunimos entre la negrura ominosa esperando la luz. Había una televisión en
la sala de descanso y alguien halló el control remoto. Usando la memoria de
nuestros dedos, nos la arreglamos para cambiarlo al canal de noticias.
Por un largo tiempo, solo hubo silencio. Entonces, a través de
la oscuridad aparentemente infinita, surgió una voz. Una locutora, buscando su
escritorio valientemente y tratando de reconfortar a sus televidentes, nos
habló con su voz suave y temblorosa. Ellos tampoco tenían idea de qué estaba sucediendo,
pero indicaron que debíamos conservar la calma, y permanecer juntos en medio de
los reportes de individuos desapareciendo en la oscuridad, alejándose de sus
amigos y familia, perdiéndose o topándose con el peligro.
Pasamos los siguientes tres días en la oficina localizando
nuestras posesiones en la oscuridad y logrando comer y dormir con comodidad relativa,
a pesar de la sensación de que estábamos congelados en algún tipo de universo
alterno.
Entonces, exactamente 72 horas después de que la oscuridad
llegó, el manto se alzó. Nuestros ojos ardieron por la luz súbita, pero nos
adaptamos dentro de poco y concordamos en que deberíamos dirigirnos al piso de
abajo, como grupo, e ir afuera.
Mientras descendíamos por las escaleras, nos recibió un
olor. Nauseabundo. Supe inmediatamente lo que era y, reticente, giré por la última
intersección de la escalera pensando que quizá alguien se había caído y había muerto
por sus heridas. Estaba equivocado.
Creo que solía ser una mujer, pero no puedo estar seguro. Había
sido desollada y eviscerada, pero no sé en qué orden. Cada centímetro de su
piel estaba ausente, pero sus ojos y dientes permanecían, convirtiendo su cadáver
en un monstruo contemplativo y sonriente.
No fui el único que vomitó. Necesitando escapar de ese
panorama, irrumpimos hacia el vestíbulo por la entrada principal, y nos
congelamos. Cuerpos sin piel estaban esparcidos a lo largo del pequeño vestíbulo,
Eran casi quince, según el cálculo con el pequeño vistazo que les dimos. No teníamos
la intención de quedarnos por mucho tiempo; sin embargo, descubrimos que las
puertas del vestíbulo estaban aseguradas y no podíamos quebrar el vidrio.
Alguien –no recuerdo bien—tuvo la idea de dirigirnos al
cuarto de seguridad y ver si podíamos pedir ayuda por la radio. Seleccionando
cuidadosamente nuestro trayecto por los cadáveres con estómagos revueltos,
hallamos el cuarto de seguridad abierto y a su guardia desollado. Luego de un
acuerdo mutuo, retiramos el cuerpo y nos encerramos.
Mientras que uno de nosotros trataba de establecer contacto,
los demás comenzamos a ver las grabaciones de seguridad del vestíbulo de los últimos
tres días. No pudimos creer lo que vimos.
No estuvo oscuro en lo absoluto: nos habíamos quedado
ciegos. Y mientras estábamos ciegos, ellos habían llegado.
Sombras negras humeantes y fibrosas; sin rostro, solo ojos.
Ojos extraños y resplandecientes.
Estaban desollando a las personas y vistiendo sus pieles
como disfraces.
Sintonizamos la grabación de seguridad de nuestro piso, y
observamos horrorizados cómo caminaban entre nosotros sin escoger a nadie.
Hasta ese día, no sé por qué lo hicieron. En cierta medida, se habían reunido
para observarnos, pero partieron dentro de poco y causaron estragos en la
oficina del piso de arriba.
Fuimos rescatados días más tarde. No obstante, el mundo descendió
a la insania en el transcurso de las semanas siguientes. Todos sabían acerca de
los desollamientos, acerca de los impostores; pero nadie sabía quién era real y
quién no, hasta que fue muy tarde. Sin confianza, los humanos no pueden
sobrevivir lado a lado.
Permanecí con dos de mis colegas, quienes sabían que no
cambiaron. Reunimos equipo para acampar y tomamos la decisión de movilizarnos
hasta el área afuera de la ciudad para mantenernos alejados de la sociedad,
ahora que se estaba tornando más y más volátil.
Lo teníamos todo planeado, y atesorábamos grandes
expectativas sobre la recuperación de la humanidad.
Entonces nos despertamos una mañana y estábamos ciegos de
nuevo.
Tres días más tarde, la luz regresó, y me encontraba con mis dos amigos… y un cadáver.
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